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El Día D, la Batalla de Normandía, Antony Beevor


Creo que de todos los libros de Antony Beevor que he leído (y llevo ya unos cuantos), El Día D, la Batalla de Normandía es el que más trabajo me ha costado. La obsesión por el detalle que muestra el autor en algunos pasajes resulta abrumadora hasta tal punto que, en la descripción de muchas operaciones, nos llega a contar lo que sucede descendiendo al nivel de pelotones y citanto los nombres y apellidos de los sargentos que los comandaban. Ello dificulta bastante la lectura sin que, en mi opinión, la aportación de esos detalles al texto sea en muchos casos lo suficientemente valiosa como para justificar su inclusión.

A pesar de ello, creo que se trata de un libro francamente bueno que me ha hecho comprender mejor lo que sucedió en la batalla para la recuperación de Francia por parte de los aliados. De eso se trata precisamente. Si el lector simplemente quiere conocer las operaciones del desembarco, los preparativos y las múltiples anécdotas que rodearon a la gran operación del Desembarco de Normandía, quizá sea más recomendable que lea El día más largo, cuyo estilo ameno (casi tipo Reader's Digest) no le quita un ápice de valor a una excelente labor de documentación sobre los hechos. Sin embargo, si lo que busca el lector es saber qué es lo que pasó después, el libro de Beevor puede ser imprescindible. En él se relatan con todo lujo de detalles (demasiados) las operaciones militares desde el propio desembarco hasta la liberación de París. Unas operaciones que no siempre fueron tan brillantes como se nos ha hecho creer y que tuvieron éxito, fundamentalmente, por la impresionante superioridad material (sobre todo en aviones y artillería) de los aliados.

Hay un par de cosas que me han llamado poderosamente la atención. La primera es el elevado número de bajas que se producían por el "fuego amigo" en las filas de los aliados. Los bombardeos aéreos eran bastante imprecisos por aquellos tiempos. Podían fallar, incluso, por centenares de metros sobre los objetivos. Y esos centenares de metros podían significar bombardear las propias líneas. Hay algunas operaciones en las que el bombardeo previo de preparación ocasionaba cientos de bajas entre los soldados del propio bando (a estas alturas, los alemanes ya casi no tenían aviación operativa en ese frente, así que esto se refiere sobre todo a los aliados). Parece que entre los chascarrillos de las tropas había uno bastante recurrente cuando se empezaban a oír motores de aviones: "¡A cubierto chicos! ¡qué pueden ser de los nuestros!".

El segundo elemento llamativo es el pobre papel que al parecer desempeñó el Mariscal de Campo Montgomery. El héroe británico debía ser un individuo meticuloso hasta la náusea (aparte de ser tan egocéntrico como cualquier otro general de relumbrón). Esa actitud de Montgomery le condujo a retrasar ofensivas y a embarcarse en una guerra de desgaste en el sector británico del frente. Mientras tanto, Bradley y sobre todo Patton, fueron los que se encargaron de realizar las ofensivas que rompieron el frente alemán y acabaron embolsando (casi, pues quedó una fisura entre la parte británica y la americana por la que escaparon muchos) a varios miles de soldados alemanes.

La ineficacia de Montgomery, que desaprovechó grandes oportunidades para dar golpes decisivos, exasperaba a los militares estadounidenses. Pero más aún les molestaba que en esa situación Montgomery se empeñase en colocarse todas las medallas. He aquí un fragmento del libro que define bien la tormentosa relación entre los líderes militares de aquellos días.

[Montgomery] Creía que debía ser equiparado a Marlborough y a Wellington, y denigraba implícitamente a sus colegas americanos. Él sólo prácticamente había conseguido en Normandía que la mayoría de los altos oficiales americanos se convirtieran en antibritánicos en el momento preciso en el que el poder de Gran Bretaña caía en picado. Así pues, su comportamiento constituyó un desastre diplomático de primera magnitud... ...Había provocado también a los altos mandos de la RAF [fuerzas aéreas británicas], cuya ira por su falta de claridad durante las operaciones llevadas a cabo en Normandía superaba a la de los americanos.

Parece que Montgomery se dedicaba, por una parte, a preparar operaciones hasta el último detalle, retrasándolas lo indecible porque los preparativos no eran de su gusto. Luego contaba las cosas y proyectos de manera confusa y actuaba de tal modo que, si la cosa salía medianamente bien, el mérito era suyo, y si la cosa salía medianamente mal, siempre le podía echar la culpa a otro.

Curiosamente, Montgomery fue el principal instigador de otra operación que acabó convirtiéndose en un desastre para los aliados: el asalto aerotransportado a Arnhem, también conocida como operación Market-Garden. A pesar de la evidencia de que todo aquello fue un desastre, Montgomery siempre sostuvo que la operación "había conseguido la mayor parte de los objetivos propuestos" (dejando de lado el hecho de que el objetivo principal no se había conseguido y, por lo tanto, los demás objetivos no servían para nada) y que "si la operación hubiese tenido todo el apoyo necesario, habría obtenido un éxito seguro" (dejando de lado en este caso que Eisenhower tuvo que parar los ataques de Patton para poder darle a Montgomery los suministros que necesitaba para la operación).

En fin, que me pregunto si además del Método Rommel para el liderazgo, de las enseñanzas de la historia de la Segunda Guerra Mundial no podríamos deducir un "Método Montgomery". El problema es que no sé si en este caso sería un método para llegar a un buen fin, o simplemente un método para medrar en condiciones adversas.

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