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El libro más corto para el día más largo

El pasado miércoles fue un día particularmente largo para mí. Me levanté antes de las cinco de la mañana para estar en un avión rumbo a Barcelona a las 7:10. Allí estuve todo el día de reuniones con la gente de ALBA (Asociación de ayuda a personas con albinismo) en el Centro de Recursos Educativos Joan Amades de la ONCE (muchas gracias a la ONCE y a los organizadores por su apoyo), con el objetivo de seguir avanzando en la organización de actividades en favor de la población albina. No volví a casa hasta las 10:00 de la noche.

Para un día de tan marcada longitud, decidí llevarme un libro y así entretenerme en los tiempos de espera en el aeropuerto y en el avión.

Animado por lo mucho que disfruté de la lectura de Un Puente Lejano, de Cornelius Ryan, decidí llevarme El Día más Largo, del mismo autor, que había comenzado un par de días antes, y que relata las peripecias de aliados y alemanes durante el Desembarco de Normandía.

Lo más sorprendente del libro es que es muy corto, demasiado corto. A eso de las 7:30 de la mañana había acabado con él. Y aunque resulta un relato ameno, me resultó un poco decepcionante frente a la vibrante redacción de Un Puente Lejano. En comparación con la operación Market Garden, el Desembarco de Normandía parece un picnic (con más de 10.000 bajas sólo en el bando aliado, pero contado como un viaje de fiesta).

Una cosa curiosa. Cuando cerré el libro en el avión por la mañana me dió la sensación de que faltaba algo. El relato se centraba demasiado en las tropas americanas y y la parte británica y canadiense del relato quedaba medio coja. Al ojear el libro en el vuelo de vuelta, me dí cuenta de que me había saltado unas 15 ó 20 páginas (cosas del sueño a primera hora de la mañana). Eso me facilitó un ratito más de amena lectura en el viaje de vuelta.

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